“Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. Y, cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos. Yo mismo espero verlo; Espero ser yo quien lo vea, y no otro. ¡Este anhelo me consume las entrañas!!”
(Job 19:25–27)